Hola amigos: He leído y me ha impactado algo escrito y publicado por nuestra querida amiga Mexicana Silvia Rousseau, referente a la cantante Chilena MONNA BELL...nuestra querida Monna Bell, que nos diera tanto prestigio en Europa y México principalmente. Silvia resalta desde su perspectiva, la imagen que nuestra cantante le dejó en el recuerdo, espero lo disfruten como yo.
Atte.
Gabriel Sepúlveda
Por: Silvia Rousseau
La Montaña
Me encontraba en el trabajo, a esa hora las actividades rutinarias se habían relajado y me dije: bueno Silvia, ya puedes encender la radio. En ese momento estaba finalizando un programa de variedades y a manera de despedida el conductor dijo: “Pues murió Monna Bell, la cantante chilena…la de “Tómbola”, esa (canción) cantaba ella…murió en Tijuana… tuvo un derrame cerebral…ya Carmen Salinas lo dijo a los medios…bla, bla, bla…Yo no escuchaba nada y de haber estado mi mamá conmigo hubiera comprendido mi aturdimiento, porque lo mismo sintió ella cuando supo del fallecimiento de Toña la Negra.
Las canciones de Monna Bell las había escuchado en mi infancia, cuando mis hermanos sintonizaban la radio en un programa que se llamaba “Contrastes musicales”, pero tuvieron que pasar algunos años para poder escuchar realmente, con verdadera atención a esta cantante, y fue con el tema: “La Montaña”, aunque pienso que se trataba de una versión diferente porque la primera se grabó en el 59 o el 61, no tengo el dato exacto, pero esa versión se escuchaba distinta, más rítmica, sin la nostalgia de la original.
Bien me acuerdo de ese día, eran como las cuatro de la tarde; me encontraba en la cocina de la casa y estaba entretenida limpiado la estufa, pues aunque mi mamá no me pedía que limpiara los muebles de la cocina yo lo hacía con mucho gusto, porque mientras tallaba el refrigerador o la estufa podía escuchar la radio creyendo que la música del aparato era para mí solamente, y siendo una adolescente tan rocanrolera -ahora ya soy rucanrolera-, lo máximo era escuchar las canciones y asombrarme con ellas.
Recuerdo cómo me gustó la voz de Monna Bell, aunque en ese entonces no sabía que su nombre real era Nora Escobar; me pareció una voz muy fina, acariciadora, bueno, tremendamente agradable. No quise distraerme con el fregador de alambre y el jabón, así que los aventé en la tina del lavatrastes para dedicarle toda mi atención a la artista; “Tengo ante mi la montaña/ que me separa de ti…” cantaba, y al mismo tiempo que escuchaba aquella historia de desamor me puse a ver el patio a través de la ventana, observé los árboles y detuve la mirada en el vaivén de las ramas del sauce llorón, luego me fijé que el cielo no tenía ni una nube, y terminé viendo al gato negro que dormitaba sobre el techo de la pileta junto a la jaula de los pericos. La canción se terminó pronto pero para mi interior fue una película completa, porque la melodía había llegado a mi oído sobre una alfombra de terciopelo. Recuerdo que después de “La Montaña” escuché un tema con Enrique Guzmán.
Cuanto detalle para una canción dirá usted, amable lector, lectora, pero no estoy inventando nada, ese día fue uno de esos que se quedan retratados en la memoria para siempre, me acuerdo muy bien que era sábado, era verano y era 1967.
Hasta ahí mi reencuentro con la voz de la cantante chilena, que entonces no sabía que era chilena, ni me interesaba saber con precisión donde se dibujaba Chile en el mapa, ni me gustaban los mapas. Tampoco tenía teléfono para llamar a mi mejor amiga y decirle lo bonito que cantaba la chilena, que yo no sabía que era chilena. Mi televisión era viejita, pero bien viejita, era de bulbos con eso lo digo todo; no tenía cablevisión para ver a Monna Bell en MTV o VH1 cantando: “Tómbola”, “Un telegrama”, “Recuerdos de Ipacaraí”, “Enamorada”, “Eres diferente”, “La Chica de Ipanema” y tantas canciones lindas, no, ni de milagro futurista; qué iba a haber ipod o celulares para ponerme en la oreja la colección completa de la artista chilena que yo no sabía que era chilena; mucho menos iba haber Internet con Google Earth para ver cómo el satélite retrataba la tierra, los ríos, las montañas, las ciudades, las colonias, las calles, y en un descuido hasta la cocina de mi casa donde escuché con tanta atención aquella bellísima voz.
Esta talentosa artista chilena, que yo no sabía que era chilena, llegó a México para quedarse muchos años y finalmente dormir para siempre; no dudo que su voz seguirá atrapando por ahí a algún oído joven que le guste este tipo de canciones, que los hay, así como me atrapó a mi la primera vez que escuché “La montaña.
La Montaña
Me encontraba en el trabajo, a esa hora las actividades rutinarias se habían relajado y me dije: bueno Silvia, ya puedes encender la radio. En ese momento estaba finalizando un programa de variedades y a manera de despedida el conductor dijo: “Pues murió Monna Bell, la cantante chilena…la de “Tómbola”, esa (canción) cantaba ella…murió en Tijuana… tuvo un derrame cerebral…ya Carmen Salinas lo dijo a los medios…bla, bla, bla…Yo no escuchaba nada y de haber estado mi mamá conmigo hubiera comprendido mi aturdimiento, porque lo mismo sintió ella cuando supo del fallecimiento de Toña la Negra.
Las canciones de Monna Bell las había escuchado en mi infancia, cuando mis hermanos sintonizaban la radio en un programa que se llamaba “Contrastes musicales”, pero tuvieron que pasar algunos años para poder escuchar realmente, con verdadera atención a esta cantante, y fue con el tema: “La Montaña”, aunque pienso que se trataba de una versión diferente porque la primera se grabó en el 59 o el 61, no tengo el dato exacto, pero esa versión se escuchaba distinta, más rítmica, sin la nostalgia de la original.
Bien me acuerdo de ese día, eran como las cuatro de la tarde; me encontraba en la cocina de la casa y estaba entretenida limpiado la estufa, pues aunque mi mamá no me pedía que limpiara los muebles de la cocina yo lo hacía con mucho gusto, porque mientras tallaba el refrigerador o la estufa podía escuchar la radio creyendo que la música del aparato era para mí solamente, y siendo una adolescente tan rocanrolera -ahora ya soy rucanrolera-, lo máximo era escuchar las canciones y asombrarme con ellas.
Recuerdo cómo me gustó la voz de Monna Bell, aunque en ese entonces no sabía que su nombre real era Nora Escobar; me pareció una voz muy fina, acariciadora, bueno, tremendamente agradable. No quise distraerme con el fregador de alambre y el jabón, así que los aventé en la tina del lavatrastes para dedicarle toda mi atención a la artista; “Tengo ante mi la montaña/ que me separa de ti…” cantaba, y al mismo tiempo que escuchaba aquella historia de desamor me puse a ver el patio a través de la ventana, observé los árboles y detuve la mirada en el vaivén de las ramas del sauce llorón, luego me fijé que el cielo no tenía ni una nube, y terminé viendo al gato negro que dormitaba sobre el techo de la pileta junto a la jaula de los pericos. La canción se terminó pronto pero para mi interior fue una película completa, porque la melodía había llegado a mi oído sobre una alfombra de terciopelo. Recuerdo que después de “La Montaña” escuché un tema con Enrique Guzmán.
Cuanto detalle para una canción dirá usted, amable lector, lectora, pero no estoy inventando nada, ese día fue uno de esos que se quedan retratados en la memoria para siempre, me acuerdo muy bien que era sábado, era verano y era 1967.
Hasta ahí mi reencuentro con la voz de la cantante chilena, que entonces no sabía que era chilena, ni me interesaba saber con precisión donde se dibujaba Chile en el mapa, ni me gustaban los mapas. Tampoco tenía teléfono para llamar a mi mejor amiga y decirle lo bonito que cantaba la chilena, que yo no sabía que era chilena. Mi televisión era viejita, pero bien viejita, era de bulbos con eso lo digo todo; no tenía cablevisión para ver a Monna Bell en MTV o VH1 cantando: “Tómbola”, “Un telegrama”, “Recuerdos de Ipacaraí”, “Enamorada”, “Eres diferente”, “La Chica de Ipanema” y tantas canciones lindas, no, ni de milagro futurista; qué iba a haber ipod o celulares para ponerme en la oreja la colección completa de la artista chilena que yo no sabía que era chilena; mucho menos iba haber Internet con Google Earth para ver cómo el satélite retrataba la tierra, los ríos, las montañas, las ciudades, las colonias, las calles, y en un descuido hasta la cocina de mi casa donde escuché con tanta atención aquella bellísima voz.
Esta talentosa artista chilena, que yo no sabía que era chilena, llegó a México para quedarse muchos años y finalmente dormir para siempre; no dudo que su voz seguirá atrapando por ahí a algún oído joven que le guste este tipo de canciones, que los hay, así como me atrapó a mi la primera vez que escuché “La montaña.
Así escribió nuestra amiga Silvia Rousseau desde Sonora México, en relación al fallecimiento de Monna Bell. Espero les haya gustado como a mí.
Atte.
Gabriel Sepúlveda
Muy lindo lo que escribio Silvia, desde Mexico, pais en el que Monna Bell decidio vivir y donde siempre fue respetada por su calidad tanto artistica como humana.
ResponderEliminarHizo muy bien en quedarse donde sera siempre recordada como la dama de la cancion. Si se hubiera quedado en Chile, su muerte habria pasado desapercibida, como la de tantos otros artistas a quienes no se les dedico ni una sola linea en los medios de comunicacion, al momento de su partida.
HERMOSO LO QUE ESCRIBIO MI AMIGA SILVIA,GRACIAS TE DOY EN NOMBRE DE TODOS LOS CHILENOS QUE ADMIRABAMOS A MONNA BELL. ES TRISTE RECONOCER QUE LO MEJOR QUE HIZO FUE QUEDARSE FUERA DE NUESTRO PAIS, DONDE LOS GRANDES ARTISTAS COMO ELLA, JAMAS HAN SIDO RECONOCIDOS COMO SE MERECEN.
ResponderEliminarBella voz la de Monna Bell, única,
ResponderEliminardifícil de encontrar otra parecida.
Sus canciones también, tan originales. Escuché a Monna cuando
solo tenía 10 años y desde entonces
me enamoré de su voz.
"La Montaña" como adoro esa canción, tan simbólica de un amor imposible, y la voz de Monna, con tantos matices, da la impresión de escalar esa montaña sin sentimientos.
Gracias Monna Bells por tus canciones y tu voz.
Muy bueno el escrito de Siliva con el cual estoy seguro se ha identificado mucha gente. Monna Bell es una de las cantantes mas originales que ha dado Hispanoamérica. Su timbre de voz es único y se reconoce de inmediato. Una de las pocas cantantes latinas que pudo interpretar swing, jazz y otros ritmos norteamericanos con la misma facilidad con que interpretaba el bolero y otros ritmos tropicales. Su estilo inimitable influenció a varias generaciones de cantantes hispanos y se mantuvo intacto hasta el final. Un verdadero genio de la canción que no ha dejado sustituto. Les invito a visitar nuestro homenaje a Monna Bell
ResponderEliminarme encantan las palabras de la Dra. Silvia le tengo mucho aprecio espero que lea esto y le mando un caluroso abrazo =)
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